martes, 13 de mayo de 2014

Nuevos aires desde Italia: Dante

Según explica Estacio a Dante en el canto XXV del Purgatorio, el feto humano nace con un alma semejante a la de una planta. Después desarrolla sus miembros hasta convertirse en un animal, y es en ese momento cuando Dios le inspira un espíritu. La teoría formulada por Estacio encaja bastante bien con el planteamiento humanista según el cual la naturaleza humana encierra en sí misma como potencia todas las naturalezas inferiores.

Este planteamiento convive con el concepto aristotélico del amor, que se define con un deseo de los seres por unirse al ámbito de su propia naturaleza. Así, si lanzamos una piedra, esta cae al suelo porque, al ser de naturaleza mineral, tiende a unirse (esto es "ama") al suelo. El cuerpo humano también experimenta esta atracción "amorosa" por el suelo, de ahí que nos cueste más caminar cuesta arriba. Por una razón análoga, el fuego se mueve siempre hacia arriba, porque desea unirse al cielo ígneo, o sea, al sol. En esta época, la ciencia occidental aún sigue lastrada por las teorías aristotélicas sobre mecánica y cinética. Dante también participa de ellas, aunque las aplica a un ámbito filosófico-poético. La cuestión es la siguiente: si los seres tienden a moverse hacia la esfera cósmica análoga a su naturaleza, dentro del esquema ptolemaico cristianizado que emplea Dante, o hacia otros seres propios de ella, ¿qué pasa con un ser de naturaleza múltiple, como es el hombre?

Sólo el ejercicio de su libre albedrío actualizará su verdadera forma, definitivamente, en el Más Allá. Esa es la explicación de que a través de los dos primeros cantos de la Divina Comedia encontremos a numerosos personajes metamorfoseados en animales, e incluso en vegetales o minerales. Sin embargo, el protagonista logra encontrar el camino del Paraíso (a través de ese universo ptolemaico de esferas concéntricas con la Tierra en el centro) siguiendo al espíritu de su amada Beatriz. Esta es la gran novedad que viene de Italia: el amor humano se revaloriza enormemente, y aparece como una fuerza que catapulta al hombre hacia su plenitud espiritual.
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