Las palabras de un idioma no son realidades aisladas, sino que establecen entre sí toda una red de relaciones semánticas. La polisemia, la sinonimia y la antonimia son tres de las más frecuentes en cualquier lengua.
I. Polisemia: Existe cuando una palabra, casi siempre por razones históricas, va acumulando nuevos significados. Es el caso de banco, que en un principio se refería a un asiento, y que en la actualidad se refiere también a las entidades financieras (Banco Mundial) y, por extensión, a cualquier acumulación de alguna materia (Banco de peces, banco de sangre, banco de datos...).
II. Sinonimia: Se produce cuando dos palabras, denominadas sinónimos, tienen el mismo significado. Es el caso de empezar y comenzar, flaco y delgado...
No es habitual que dos sinónimos puedan intercambiarse en todos los contextos. En este caso hablamos de sinónimos absolutos.
III. Antonimia: Existe cuando dos palabras, denominadas antónimos, tiene significados opuestos. Según la manera en que establezca dicha oposición, distinguiremos:
Antónimos de grado: Aquellos que podrían formar parte de una escala de intensidad.
caliente y frío (puede existir templado).
Antónimos complementarios: La afirmación de uno excluye a su contrario, pues son incompatibles
hombre y mujer, vivo y muerto.
Antónimos inversos: La existencia de uno implica la de su contrario.
marido y esposa, comprar y vender.
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