Llamamos conjuntos morfoestructurales a aquellos relieves cuyas formas y evolución
están estrechamente relacionados con la estructura geológica.
Con los rasgos generales de relieve: roquedo, evolución geológica y modelado,
podemos distinguir tres grandes conjuntos morfoestructurales:
1. Macizos antiguos, integrados por las montañas de altitud media, cumbres
aplanadas y ocasionalmente reducidas a penillanuras, como corresponde a la
gran acción erosiva que han experimentado en el transcurso de los tiempos
geológicos. Los materiales constituyentes son paleozoicos, plegados por la
orogénesis herciniana y deformados por el plegamiento alpino. Integran el
zócalo del relieve peninsular y fueron objeto de un rejuvenecimiento como
consecuencia del plegamiento alpino. Ofrece ejemplos de relieve apalachense.
2. Cordilleras alpinas, surgidas tras el último gran plegamiento y formadas por
materiales jóvenes, fundamentalmente calizos. Se integran en el ámbito de las
grandes cordilleras que circundan el Mediterráneo en todas sus riberas (Alpes,
Apeninos, Cárpatos, Cáucaso, Atlas,…) y hallan sus mejores representaciones
en los Pirineos y en las cordilleras Béticas, las cuales se formaron por la
compresión de las placas sobre los materiales depositados en el mar de Thetis
3. Depresiones. Hay dos tipos:
Interiores: Fragmentos hundidos del viejo zócalo paleozoico, que han sido
rellenadas por los aportes sedimentarios, cuyos mejores ejemplos son la
cuenca del Duero y La Mancha.
Exteriores. Las situadas entre los bordes de los macizos antiguos y las
cordilleras alpinas, que ocupan antiguos golfos marinos o brazos de mar,
igualmente colmatados por los aportes sedimentarios, en este caso
procedentes de las cordilleras alpinas recién surgidas, de gran altitud,
materiales blandos y, en consecuencia, fáciles de erosionar. Son las
depresiones del Ebro y del Guadalquivir.
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