En la tarea de organizar y dar forma a los contenidos que pretende comunicar, el autor está
condicionado por el código literario, un conjunto de estructuras, de moldes textuales anteriores a la
propia obra que, en parte, derivan de la actitud que el autor adopta ante lo que quiere expresar y, en
parte, constituyen un sistema previamente fijado por la tradición: modalidades de discurso (como la
narración, la descripción, el diálogo...), géneros literarios, temas y motivos, recursos estilísticos, etc.
Es evidente, por tanto, que los géneros son estructuras dinámicas, cambiantes, inestables. Es un hecho
relevante su dimensión histórica. Y ello, en dos sentidos:
1. El período de la historia literaria se caracteriza de modo esencial por el cultivo, bajo unas formas
propias, de unos géneros y no de otros.
2. Los géneros tienen en cada época sus convenciones específicas. De tal modo que puede decirse que
cualquier autor-persona que vive en un tiempo-, de manera consciente o no, tiene en cuenta las normas
del género al que se adscribirá su obra, ya para respetarlas, ya para subvertirlas.
La primera clasificación de géneros, que corresponde a Aristóteles establece tres grandes categorías
genéricas, según la actitud que el autor adopta ante el contenido que transmite: LA LÍRICA, LA
DRAMÁTICA Y LA NARRATIVA.
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