La duda metódica:
Una vez formulado el método sólo queda empezar a aplicarlo. ¿Cómo? Pues, atendiendo a la primera regla, la regla de la evidencia. Esta regla viene a decir que no admitamos como verdad nada que no sea evidente, es decir, que no aparezca en nuestra mente de forma clara y distinta. Nos está pidiendo que sometamos a examen todo conocimiento para comprobar si cumple con esta regla. Debemos poner en cuarentena todo el conocimiento hasta que le demos el visto bueno, en el caso de que sea evidente. En otras palabras la primera regla del Método nos incita a que dudemos de todo conocimiento hasta que demuestre ser evidente. Aparece así un término fundamental en el discurso de Descartes: duda.La primera regla del Método exige la duda. Para encontrar esa primera verdad evidente que nos pide la primera regla tendremos que eliminar todos aquellos supuestos conocimientos, ideas y creencias de los que no poseamos una certeza absoluta. La duda, que a partir de ahora llamaremos metódica pues nace de la primera regla del Método, se convierte en una herramienta para encontrar certezas.
La duda metódica, precisamente por ser instrumento para la búsqueda de la verdad, se distingue de otros tipos de duda que se han concebido en la historia de la Filosofía. Nos referimos a la duda escéptica. El escepticismo es una forma de pensamiento que considera imposible el conocimiento. La duda que emerge del escepticismo no tiene meta, ni objetivo. Muy al contrario la duda cartesiana es solo un medio para alcanzar un fin, que no es otro que el reconocimiento de verdades evidentes.
Además la Duda es teorética, es decir, se aplica solo al ámbito del conocimiento, de lo teórico y no a lo práctico, a las costumbres, a la moral. Por último, la Duda debe ser radical: debe ser exhaustivamente aplicada a todos los niveles posibles del conocimiento, desde los más superficiales a los más profundos. Encontramos siguiendo esta gradación tres etapas distintas en la aplicación de la duda.
En primer lugar, aplica Descartes la duda a los conocimientos o creencias que provienen de los sentidos. Dando lugar a lo que se ha llamado la Falacia de los sentidos. Los sentidos a veces se equivocan. Como ocurre por ejemplo cuando algún viajero sufre un espejismo en medio del desierto creyendo ver un oasis donde no lo hay. Basta, piensa Descartes, con que me hayan inducido a error una vez para que no pueda fiarme de ellos, más aún si el propósito es hacer una ciencia absolutamente segura. Si me engañan una vez lo pueden hacer más veces. Debe dudar de ellos, el conocimiento que me transmiten no es evidente.
El segundo ámbito de la Duda afecta a aquello que consideramos comúnmente real. A este nivel de la Duda lo denomina Descartes: la imposibilidad de distinguir la vigilia del sueño. ¿Podemos estar seguros de aquello que consideramos real? Ciertamente, hay ocasiones en que en sueños se nos muestran hechos, de tal forma, que nos parecen verdaderos, reales. Hay veces que confundo sueño y realidad. En consecuencia, no puedo tener una certeza absoluta de las cosas que considero reales. Lo que tomamos por realidad es también dudable.
En último lugar, Descartes amplía los horizontes de la duda hasta los propios razonamientos. De hecho hasta los más inteligentes pueden equivocarse al realizar operaciones sencillas. Por tanto nuestros razonamientos no son del todo seguros. Estamos siempre sometidos a la posibilidad de error. En su obra Las Meditaciones Metafísicas añade Descartes añade Descartes otro motivo para dudar de nuestros razonamientos o de las ideas que creemos que son evidentes: la Hipótesis del Genio Maligno. Hay ciertos conocimientos que consideramos evidentes, como las demostraciones matemáticas (2+2=4). Pero, y si existiera un ser superior a nosotros que se dedicara a manipular nuestra mente haciéndonos tomar por ciertos y evidentes algunos pensamientos que en realidad no lo son. ¿Podemos demostrar que no existe este Genio Maligno? No, entonces cabe la duda.
Descartes no pretende, en ningún momento, afirmar que todo lo que dicen los sentidos sea falso, o que no existe la realidad, o que hay por ahí un Genio maligno manipulando nuestras mentes, lo que pretende Descartes es, solamente, sembrar la duda, que no aceptemos precipitadamente nada como verdadero sin antes haber comprobado su evidencia.
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