viernes, 2 de mayo de 2014

Nietzsche - Crítica a la moral judeo-cristiana

Crítica a la moral judeo-cristiana:


El eje de la crítica a la moral cristiana es su carácter contranatural. Se trata de una moral contraria a la vida, a la naturaleza, a los instintos. Existe una manera distinta de valorar. Existe una moral que toma sus valores de la vida, de la naturaleza. Esta moral es denominada Moral de los Señores o Nobles por Nietzsche. Su valor principal es aquello que más conviene a la vida: la fuerza. Frente a la enfermedad y la debilidad, la fuerza es el valor que favorece la vida. El bueno, por tanto, será el fuerte, el poderoso. Las virtudes del fuerte serán el orgullo, el honor, la euforia, el valor, la fe en sí mismo. En definitiva, estas virtudes pueden resumirse en que el señor afirma la vida, se afirma a sí mismo. El fuerte afronta la vida en su complejidad, con sus placeres y sus sufrimientos, no se acobarda. El fuerte pone por encima de todo su voluntad. Su meta será el cumplimiento de su voluntad. Todo lo que existe esta dotado de una voluntad de ser más, de extender sus dominios, su poder (voluntad de poder). El hombre debe seguir esta voluntad de poder que anida en él. Todo lo que aumente el poder es bueno. En este sentido, la lucha, la guerra, a la que arrastra necesariamente el dictado de la voluntad, es buena: sometiendo otras voluntades aumento mi poder.

Frente a la fuerza de los señores están los débiles. Los esclavos, como los llama Nietzsche, se caracterizan por su impotencia. Es decir, son incapaces de reaccionar con la acción, no devuelven las afrentas (parábola de la mejilla). Esta actitud antinatural provocada por su impotencia, les hace acumular odio, resentimiento hacia los fuertes. Este resentimiento da lugar al deseo de venganza.

En este punto Nietzsche reconoce en el débil al malvado pues siente resentimiento, odia, desea vengarse del fuerte. Sin embargo, el señor no es malvado, sino inocente. No siente odio, al responder siempre con la acción se desfoga, no acumula resentimientos, Además, sus acciones están guiadas por el instinto, por la naturaleza. Puede acusarse a alguien porque actúe según su naturaleza (Águila-conejo). Por otra parte, se desvela también aquí la inteligencia como una virtud propia de los débiles. Son ellos los que tienen que urdir estrategias, planificar, cavilar para llevar a delante su venganza. Los fuertes toman lo que necesitan sin más complicaciones.

La venganza de los débiles tendrá que ver con esta característica. El pueblo, considerado por Nietzsche, más malvado e inteligente llevará a cabo esa venganza: Los Judíos. La venganza consistirá en la transvaloración de los valores. Invierten los valores naturales. Lo que era bueno en la moral de los fuertes se convierte en malo, y lo malo en bueno. Fundan, de esta manera, una nueva moral basada en sus propias características y limitadora del fuerte. Es decir una moral en la que el bueno es el débil, en la que las virtudes son las características propias del débil: la humildad (no destacar), La resignación (no actuar), la paz (cobardía, miedo), la piedad, la misericordia, etc.… En definitiva, estos valores pueden resumirse en la renuncia a la vida. Los débiles dicen no a la vida. Con esta moral los débiles hacen caer sobre los fuertes, y sobre todos los que escuchen sus instintos, todo el peso de la culpa, del pecado. Esta nueva moral de los débiles o de los esclavos es el origen de la moral cristiana.

Por tanto, discurre Nietzsche, el mensaje del cristianismo, la buena nueva que trae Cristo al mundo, no es, como proclaman, el amor, sino, al contrario, el odio. La moral cristiana no nace del amor, sino del resentimiento. Cristo es el Mesías del odio.

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