Comparación con Parménides
Aristóteles a pesar de ser el discípulo más aventajado de Platón mantuvo notables diferencias con su maestro en relación a la cuestión del ser como muestra gráficamente la famosa pintura de Rafael “La Academia.”. La auténtica realidad es para Platón el mundo de las ideas. El mundo sensible, de las cosas materiales, es mera apariencia, sólo posee realidad en tanto que participa del mundo inteligible imitándolo.
Por el contrario, para Aristóteles lo único real son los entes (cosas de éste mundo). Niega que sea necesaria la existencia de otro mundo donde resida lo real. Las esencias de las cosas no son trascendentes, sino inmanentes. Es decir, la esencia de las cosas, lo que hace que las cosas sean lo que son, no está fuera de ellas en otro mundo (trascendencia), sino en las cosas mismas (inmanencia), en su interior.
Aristóteles afirma en la teoría conocida como Hilemorfismo que los entes del mundo son un compuesto (synolon) de materia (hylé) y forma (morphé). La materia es de lo que está hecho el ente y la forma lo que lo configura y distingue de los demás entes.
Distingue Aristóteles dos materias: la prima que es indeterminada, caótica, sin forma; y la segunda, una materia unida ya a una forma, y, por tanto, cognoscible.
Del mismo modo diferencia también dos formas: la forma sustancial y la accidental. La forma accidental es lo que se dice, lo que se predica de un ente pero que no es esencial en él. La forma sustancial (ousia), la sustancia o esencia, es aquello que hace que una cosa sea lo que es, y lo distingue de cualquier otra cosa.
Es en la esencia o sustancia donde reside el auténtico ser de las cosas, y no como pensaba Platón en un ente ideal trascendente.
En el ámbito del conocimiento las diferencias entre los dos filósofos griegos también son significativas. Para Platón el verdadero conocimiento (episteme) consistía en la contemplación directa de las formas universales, las ideas. La única forma de acceder a ellas es a través de la razón. Por su parte los sentidos sólo pueden mostrarnos las cosas del mundo sensible, por tanto, jamás obtendremos de ellos conocimiento sino, lo que Platón llamó opinión (doxa). Los sentidos no sólo no aportan nada al conocimiento, sino que lo obstaculizan atándonos a lo sensible y dificultando la liberación del alma.
Aristóteles coincide con Platón en considerar que el conocimiento es conocimiento de los universales. Sin embargo, para él, el conocimiento empieza por las cosas materiales y particulares de este mundo que son captadas por los sentidos.
Todo conocimiento arranca de la percepción sensible. Las múltiples y particulares sensaciones procedentes de los sentidos dejan una imagen particular en la memoria. La repetición de sensaciones posibilitará la experiencia. Sin embargo, la experiencia no rebasa el ámbito de lo particular.
Para alcanzar el verdadero conocimiento, el de los universales, tienen que entrar en juego dos capacidades de la mete humana: el entendimiento agente y el entendimiento paciente. En primer lugar, el entendimiento agente intervendrá sobre las imágenes de la memoria llevando a cabo un proceso de abstracción en el que irá despojando a éstas de toda su particularidad hasta que sólo quede la esencia, el concepto, lo universal. Finalmente, el entendimiento paciente será el encargado de que podamos conocer esos universales y trabajar con ellos. En definitiva, el conocimiento es conocimiento de los universales pero su consecución empieza necesariamente con las sensaciones que nos transmiten nuestros sentidos.
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