Como se ha dicho, la caída del Imperio Romano supuso que Europa perdiera su unidad política y, a la larga, también la lingüística. Si nos fijamos en la situación de la Península Ibérica a finales del siglo V, momento en que se crea el reino visigodo, observamos que, sobre una población de unos seis millones de hispanorromanos, cuya lengua es el latín, los gothi, de origen germano, representan un 5 % (unos 200.000 visigodos y alrededor de 100.000 suevos). No hay que olvidar, desde luego, los numerosos núcleos judíos distribuidos por Levante y Andalucía. Aunque al principio se mantiene una rigurosa separación entre la población peninsular, romani, y la minoría dominante visigoda, la segregación desaparece durante el siglo VI y los dominadores adoptan la lengua, la cultura y la religión católica que practicaban los dominados, un hecho verdaderamente singular en la historia.
Así pues, en la Hispania visigoda, la lengua de cultura siguió siendo el latín, un latín hispánico que, a juzgar por la evolución que se produjo en otros lugares, podría haber derivado en una lengua peninsular común. No fue así y ello se debe a la invasión musulmana del año 711 y, sobre todo, a la penosa reconquista militar que se realizó valle a valle, región a región, durante casi ochocientos años. A partir del siglo VIII (y al menos hasta el siglo X, en el que se impone definitivamente el árabe), la lengua popular en los territorios dominados por los musulmanes fue el mozárabe, mientras que en los reconquistados se desarrollaron cuatro lenguas distintas: gallego-portugués, astur-leonés-castellano, navarro-aragonés y catalán (además del vasco, naturalmente). El auge del pequeño condado de Castilla, a partir de su independencia de León en el año 1037, explica que su lengua se impusiera al resto y, desde la conquista de Toledo en 1080, gozara de una cierta hegemonía que poco a poco se iría ampliando, gracias al impulso que experimenta durante el reinado de Alfonso X el Sabio (entre 1252 y 1284), y quedaría confirmada definitivamente en 1474 y 1479, años en los que Isabel de Castilla y Fernando de Aragón, los Reyes Católicos, acceden al trono y, en virtud de su matrimonio, unen ambos reinos en una sola dinastía. El peso específico de sus ocho millones de habitantes hace que el castellano se imponga como lengua común en toda la Meseta, en Galicia, en Navarra, en Aragón y, más tarde, en Cataluña y Valencia.
En suma, durante la Edad Media, el lento proceso de creación, fusión y sustitución de lenguas, se reflejará en la aparición de, al menos, cuatro literaturas hispánicas con entidad propia: mozárabe, galaico-portuguesa, catalano-provenzal y castellana.
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