lunes, 24 de febrero de 2014

4. Competencia global y nuevas tecnologías (parte 1)

La nueva globalización polarizada, o mejor, la moderna competición global, pone en juego no solo el papel de la empresa fordista y el proceso productivo relacionado con ella, sino también las disposiciones internacionales financiero-bancarias, verdadero elemento de innovación en el proceso económico mundial.
Lo que está sucediendo es el predominio no solo de un nuevo sistema productivo no localizado, sino también de un nuevo sistema financiero, de una nueva acumulación de capital --la llamada "acumulación flexible" de la era post-fordista--, basada en los procesos de predominio financiero en la economía y en el uso masivo del capital intangible, de los recursos inmateriales como la conciencia, la información, la comunicación, etc.
Por este motivo, la Europa de Maastricht fue pensada como una alternativa a la globalización salvaje practicada por EEUU, a fin de contraponerle otro polo geoeconómico internacional, de modo de presentar una impostación económica y social de un capitalismo más moderado. De hecho, es cada vez más evidente que los Tratados de Maastricht y de Amsterdam tienen un carácter geopolítico, sobre todo con respecto al papel de Alemania en el contexto de la Unión Europea.
El Tratado de Maastricht presentaba muchas ambigüedades. La estructura de Maastricht tenía que basarse sobre tres elementos: la moneda única, la política exterior y de seguridad común, y la lucha contra la criminalidad. La moneda única y la integración política tenían que sostenerse recíprocamente. En cambio, ¿qué sucede? El vínculo de los criterios de convergencia impuesto en Maastricht tiene otro significado político y geoeconómico: separa a los países estables y fiables del área de los países mediterráneos, creando problemas a las mismas multinacionales europeas.
Procesos de predominio financiero y nueva globalización polarizada
La redistribución territorial del dominio no está determinada por una simple descentralización del capital, o producida exclusivamente por la valorización de los recursos locales. Es debida sobre todo a los intensos procesos de reestructuración del capitalismo que, en la búsqueda de la competitividad en el plano internacional, persigue la eficiencia a partir, fundamentalmente, de la imposición de una fuerte movilidad espacial y sectorial de la fuerza de trabajo, de la diversificación de los proyectos de flexibilidad laboral y salarial y de la libre circulación de los capitales, con características especulativas fuertes.
En primer lugar hay que evidenciar la importancia de las inversiones, o más exactamente la importancia de los procesos de decisión de las inversiones, que constituyen un objetivo fundamental y estratégico de acumulación para el sistema-empresa y, por tanto, también para los sistemas-países de economía de mercado. El conjunto de tales decisiones respecto de inversiones lleva a la planificación estratégica de los procesos de expansión y acumulación de capitales.
Hace no muchos años, los modelos decisorios de las empresas se fundaban sobre procesos de acumulación de capital en inversiones materiales razón por la cual obtenían ventajas competitivas frente a las pequeñas empresas. En cambio, hoy, uno de los objetivos estratégicos que destaca el management de la empresa tras-fordista es conocer y acrecentar el valor empresarial, utilizando procesos de acumulación flexible fundados sobre recursos inmateriales y capitales, que permitan construir vías para una administración eficaz a partir de los mayores condicionamientos que nacen de una competencia desenfrenada.
La misma turbulencia de los mercados, sumada a la desintegración de los viejos modelos de inversión y acumulación, lleva a las multinacionales tras-fordistas hacia un nuevo examen de las decisiones de connotación estratégica, llegando a influir cada vez más en los modelos referidos a la creación y distribución del valor de las empresas que utilizan formas de acumulación de capital financiero e intangible.
Los eventos de estos últimos años han marcado muy profundamente la economía y el desarrollo de todos los países europeos. La firma del Tratado de Maastricht y el nacimiento del euro condicionaron la política de todos los países miembros de la UE. La idea sigue siendo crear un polo nuevo, para oponerlo al de los Estados Unidos, y permitir así que Europa pueda influir de modo más decisivo en los organismos internacionales (el G-7, el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial, etc.) que, al día de hoy, tienen en sus manos la suerte del planeta.
De esta forma se intenta crear una confederación cuyas finalidades de control superen los límites de la Europa Occidental, para imponer su dominio sobre los países del Este (antiguos satélites de Moscú), soslayando así, en una lógica de polo imperial, los aspectos ambiguos y las incongruencias derivadas de los males sociales de Europa occidental. Así se logran ventajas para todos los nuevos sujetos financieros europeos, inversores institucionales; pero contra los trabajadores, contra los ciudadanos, contra un crecimiento social de calidad. Sin embargo, las premisas e instrumentos que la UE se dio en su constitución preveían formas de protección social general.
A pesar de esas premisas e instrumentos, previstos para la ayuda al empleo y la protección social, hasta ahora la liberalización de los intercambios, junto a la desregulación y el desmantelamiento de la legislación protectora de los sueldos, han permitido que en la UE grupos de multinacionales hayan podido, más bien, explotar simultáneamente las ventajas de la libre circulación de mercancías y de las fuertes disparidades entre los países, regiones y lugares situados dentro del propio mercado único europeo.
El gran mercado continental garantiza en la actualidad, a los grupos económico-financieros de las multinacionales, total libertad de elección de los distintos elementos que constituyen una producción integrada a nivel internacional. De tal modo, se responde también a las exigencias de las estrategias de diferenciación de la oferta y de la fidelidad de la clientela, exigencias propias de la competencia oligopolista (en una situación en la que se ha determinado voluntariamente una fuerte precariedad y flexibilidad del mercado laboral).
El peso económico y comercial de Europa, gracias a este proceso de internacionalización económica, comercial y financiera, tendrá que enfrentarse con el de los Estados Unidos y el del polo asiático. Esto conducirá a un gran cambio, de carácter "multipolar", en las relaciones del mercado mundial con diferentes configuraciones geopolíticas y geoeconómicas para los nuevos bloques económicos subglobales.
Estos tres polos económicos se constituyeron en la práctica, pero la confrontación entre ellos es aún difícil. El coloso norteamericano obtiene de su propia fuerza interna y de la hegemonía política, una posición de primacía que le permite amortiguar con gran facilidad los efectos desestabilizadores que sus mismas políticas van produciendo dentro y fuera del país, gracias al papel que juegan los mercados financieros. El polo asiático ha perdido el papel de guía de Japón y sufre una fuerte, reciente, debilidad debida a la crisis asiática, pero puede contar con una trama de intereses que incluye el eje ruso-chino-indio, con extensiones estratégicas también al Japón. Esto puede llevar a una política exterior y a una política económica centralizadas. En cambio, para Europa es necesario poner en marcha un proceso que la lleve a adquirir, a través de profundas transformaciones, las características de una verdadera y propia "economía continental", con un proyecto político unívoco.
COMPETENCIA GLOBAL E INVERSION DIRECTA EXTRANJERA (IDE)
La situación económica y las disposiciones monetarias en las que se encuentra Europa desde la constitución de la UE han determinado que el proyecto de una reconversión de tipo "keynesiano" haya fallado. Esto supone una gran gama de proyectos e infraestructuras capaces de compensar las políticas restrictivas, de re-equilibrio y de convergencia, puestas en funcionamiento en cada país y dirigidas a la permanencia en la Unión Monetaria Europea. En efecto, se ha aplicado un tipo de política económica monetarista restrictiva que ha conducido a la desastrosa situación de carácter ocupacional y social que hoy se vive en Europa, tanto en la fase anterior de crecimiento económico como en la actual de crisis y recesión, y que sin embargo no está acompañada por un desarrollo social global.
El aspecto que más se evidencia es la precariedad del trabajo como elemento constitutivo de la nueva división del trabajo. Son un ejemplo el contrato de préstamo de la fuerza de trabajo, la competencia mundial entre los trabajadores, y la devaluación y desvalorización del trabajo dependiente asalariado. Asimismo, piénsese en la pérdida del salario real cuando aumenta la inflación, cosa que antes no existía debido a la escala móvil. A este proceso se une un ataque al salario directo, indirecto, diferido y social; se pone en discusión el servicio sanitario nacional, con violentos procesos de privatización, la Seguridad Social, la salud, la escuela, las jubilaciones en general; en definitiva, el conjunto del Estado social que había sido una conquista de las luchas del movimiento obrero hasta los años 70 (Vasapollo y Martufi, 2000).
Todo esto ocurre en una fase en la que Europa experimenta un incremento de la productividad, entre los más altos de los últimos años. Sin embargo, el desempleo y la precariedad del trabajo y de la vida no se han visto alterados sustancialmente; es más, han empeorado, y en el sur de Italia o de España, así como en otras muchas áreas de Europa, llega a niveles altísimos.
Además, a la debilidad política se suma una impresionante debilidad social, impuesta por los vínculos monetaristas de la Europa de Maastricht y de Amsterdam. En Europa el modo como se está construyendo en este momento contribuye a debilitar la acción político-social y el gasto social.
En primer lugar, por medio del compromiso de la ecuación de poder, en acción desde hace más de 20 años, los países se ponen de acuerdo para establecer una moneda única, pero rechazan una acción pública eficaz que sirva a las opciones y a las necesidades reales de la sociedad. Se elige la vía de la privatización, que es una vía mucho más fácil que la regularización y las reformas necesarias para edificar un sistema público eficiente, capaz de mejorar también las formas de democracia representativa.
Una consideración muy clara que emerge de la observación de los procesos de privatización concierne el hecho que, donde las empresas públicas han sido privatizadas, no solo se han dado fenómenos de flexibilidad, de precariedad y de expulsión de mano de obra, sino que se sostiene también que ya tiene sentido hablar de la defensa de sectores estratégicos de una nación en un mercado global. Esta lógica, en efecto, ha provocado la destrucción de capital humano fuertemente especializado, dado que donde se genera desempleo, se afecta a aquellos obreros y empleados que, gracias a su experiencia de años, han obtenido un mayor nivel en cuanto a investigación y especialización.
Otro aspecto evidenciado en el análisis del actual proceso de privatización, tiene que ver con la introducción de capitales extranjeros. Esta introducción se agrega al hecho que, mediante la compra de pequeñas porciones accionarias, se puede llegar a poseer todo el capital de empresas que han construido la historia económica, lo que provocaría la desaparición de un desarrollo empresarial nacional más sano.
Al capital-inversión hay que pensarlo como una unidad diferenciada y jerarquizada, que incluye tanto el capital productivo (también entra aquí la IDE), el capital comercial y el capital-dinero (o inversión financiera). Una empresa adopta las características de multinacional construyendo o adquiriendo sucursales de producción en distintos países. Esta forma de inversión es el resultado haber tenido que enfrentar distintos requerimientos, como son:
* imposibilidad de producir cantidades suficientes en el país de origen, en particular lo que atañe al sector primario, causado por la escasez de recursos naturales;
* imposibilidad de vender cantidades suficientes en los países de destino, tanto la existencia de iguales productos como por las barreras de protección;
* posibilidad de sacar beneficios de las ventajas comparativas macroeconómicas en los países en que se instalan, en particular en los países subdesarrollados, que generalmente tienen un nivel salarial bajo (Lafay, 1996).
Los factores mencionados no pueden eludirse cuando se analiza en la actualidad un bloque económico y sus articulaciones globales. Otro aspecto que merece particular atención es el que se explica a continuación.
MODELO EMPRESARIAL DE RED, PROCESOS DE INVESTIGACION E IDE
En el contexto actual de competencia global -pero al mismo tiempo, de creciente integración de las estructuras industriales- se está produciendo la internacionalización de las unidades que se ocupan de la investigación y el desarrollo. Desde siempre, por su contenido sumamente estratégico, estas actividades se concentraron cerca de las casas matrices de las empresas multinacionales de los tres polos (Estados Unidos, UE, Japón), encarando la introducción y el desarrollo de sistemas de producción más flexibles y tecnológicamente adelantados. En los últimos años, junto a los procesos de internacionalización productiva, se están afirmando mayormente procesos de deslocalización de las actividades de investigación y desarrollo (I&D) por parte de las grandes multinacionales, junto a la construcción en el exterior de unidades y laboratorios organizados para mejorar la eficacia global de la producción, para excluir la duplicación de actividades que ya se realizan en otros países.
Las principales razones que empujan hacia esta descentralización de las unidades de investigación y desarrollo, se encuentran en la necesidad de alcanzar los mercados exteriores con una competitividad cada vez mayor, acercándose a los clientes clave. Se llega así a contactarlos con las nuevas tecnologías, siempre en evolución, existentes en los centros que alcanzan un nivel sobresaliente en enseñanzas científicas específicas. A menudo se produce, pues, una creciente dispersión geográfica de las actividades de desarrollo tecnológico, razón por la cual las multinacionales mantienen procesos de coordinación e integración entre ellas. A partir de este adelanto de la gestión involucrado en lo anterior, se llega a considerar un modelo de empresa multinacional "integrada en forma de red".
Dos son los factores determinantes de este proceso de desarrollo: la deslocalización de las actividades cercanas a las fuentes y áreas de recursos inmateriales (por ejemplo, patentes de inventos, know-how, y en particular el proceso de generar conocimientos), y la aptitud para integrar estos procesos optimizando los resultados. La ventaja principal es, pues, usufructuar mejor el progreso tecnológico, rebajando los costos de administración, sobre todo gracias al derribo de barreras para alcanzar un nivel sobresaliente en el capital intangible.
En el momento presente, el efecto conjunto de los mercados solventes a nivel internacional, de la tecnología contemporánea y la internacionalización de las unidades de investigación y desarrollo, así como del nuevo régimen judicial de los intercambios internacionales y de los movimientos de capitales, determina la renta del capital y con ello la elección de la localización de las inversiones. En la práctica, las inversiones en el extranjero, se llevan a cabo a través de la creación de nuevos establecimientos productivos o adquiriendo cuotas de participación en sociedades ya existentes.
Con esta manera de inversión se asume el poder decisorio de una empresa extranjera. De tal modo se pueden utilizar los recursos disponibles para inversión financiera, para ganancias más faciles y rápidamente disponibles como dinero potencial, pero a la vez capaces de generar procesos desestabilizadores de la economía. Este mecanismo se afirma a fines de los ochenta, cuando se pudo entrever un sistema más amplio e interdependiente que el del capitalismo de los sesenta y setenta. El modelo consigue su objetivo mediante la organización de la producción interior en los países con capitalismo avanzado y a través de las más eficaces estrategias tecnológicas de producción y capitalización, gracias, sobre todo, a la naturaleza y las formas de los acuerdos logrados con otras zonas de medio o bajo nivel de progreso. La relación entre capital trasnacional y áreas de influencias diferentes, se determina por la nueva división internacional del trabajo y además por la estrategia de cada una de las economías nacionales con respecto a la expansión y redefinición de los polos geoeconómicos.
Cabe recordar que los fenómenos de interconexión entre específicas economías nacionales, que operan a través de la exportación de capitales, son una realidad hace ya un siglo. Lo que es nuevo es el papel de las inversiones financieras, en particular las de naturaleza comercial, así como el extremado acrecentamiento de la IDE, favorecidos ambos por una fuerte liberalización y circulación en el mercado mundial y por la fuerte relación con el capital internacional, todo bajo un solo proyecto de planteamiento estratégico centralizado. Este realiza una especie de proceso aparente de determinación monopolística del capital que, si de alguna manera puede ser útil a las grandes instituciones del capitalismo financiero, también empuja hacia una fuerte competitividad entre los grandes dominios oligopolistas, sobre todo del capital industrial.
En la circulación de capitales, la IDE vuelve a tener un peso notable, porque se trata de inversiones de carácter productivo que expresan los procesos dinámicos de acumulación efectiva de los grandes polos geoeconómicos internacionales. La dinámica geográfica de los flujos de IDE representó en los ‘90 el instrumento principal del dogma de la "estabilidad político-económica global", al poner en el centro de la iniciativa capitalista, por lo menos en parte, que la inversión productiva no puede estar totalmente sujeta a las dinámicas financieras.
En Europa, en particular, la actividad de inversión directa ha experimentado una fortísima subida desde la mitad de los ochenta, junto al empuje del proceso de integración económica que ha supuesto el mercado único, con fuertes intentos de competir con los Estados Unidos. Alemania, Gran Bretaña y los Países Bajos estaban entre los países más activos en el terreno de las inversiones en el exterior.
En 1997 la IDE que sale de Europa supera los 420 millones de dólares, llegando a 11% del PIB. Entre las categorías más dinámicas, observamos el sector manufacturero, que invierte en el exterior 32,8% del total europeo, y recibe del exterior 28,5%. En cambio, el sector de la agricultura resulta casi "ausente", marcando un porcentaje cercano a cero, tanto en entradas como en salidas. En cuanto a los servicios, están adquiriendo mucha importancia en el ámbito de la internacionalización productiva. En efecto, en 1996 el peso de las inversiones directas de este sector alcanza a 47% (salidas al exterior) y 48,9% (entradas del exterior). Entre ellos, tienen mucha importancia las actividades del subsector financiero.
CONCLUSIONES GENERALES
A partir de las consideraciones anteriores, resulta que la competición global y los procesos de integración en el contexto de la mundialización, exigen ser estudiados con instrumentos analíticos que nos permitan hacer un examen en muchos niveles interconectados, pero analíticamente diferentes. El primer nivel atañe al orden de los capitales, es decir de las inversiones, porque van a ser determinados y determinan la acumulación como proceso-entidad dirigido a la auto-valorización del capital.
Respecto de la integración europea, la tesis monetarista ha impuesto, desde el tratado de Maastricht, la única vía de la privatización, de las políticas monetaristas y de las reformas estructurales del Welfare State. Esto mina la legitimidad y la autoridad política y económica de cada país, porque, si la sede de las decisiones aparece a menudo en un lugar incontrolable y no elegido democráticamente, no se entiende cuál puede ser la función del gobierno y del Parlamento Europeo en el proceso de unidad europea. Detrás del proceso de privatización mencionado se vislumbra solamente una razón de orden político: la redefinición de los modelos capitalistas. Y esto lleva consigo, en un momento de gran debilidad por parte de las organizaciones de los trabajadores, un ataque frontal a sus conquistas.
En Europa y en el resto del mundo existe un conflicto muy fuerte entre las áreas de influencia capitalista. Conflicto que no es armado, pero que quizás sea más fuerte que un conflicto bélico, porque es una guerra económico-financiera que se ha desencadenado entre el área de influencia del yen, o más bien asiática, la ex-área de influencia del marco alemán --hoy euro-- y la del dólar. En el interior de este conflicto se van redefiniendo tanto los roles y modelos del capitalismo como los roles y modelos de las empresas.
Se ve en particular que en Europa se ha realizado solamente una aparente unidad de carácter financiero, pero que no existe en absoluto una unidad política, ni mucho menos una de tipo económico estructural. El euro se inscribe, en realidad, en una lógica primero financiera y aquello que debería ser la univocidad del modelo capitalista europeo; en realidad se enfrentan en su interior modelos de capitalismo por completo diferentes.
Con respecto a Estados Unidos, lo sucedido en las semanas inmediatamente posteriores al atentado del 11 de setiembre, permitió ver cómo vuelve a asumir un rol prioritario el plano político-militar, tanto en es país como en el interior de la OTAN (véase la apelación al artículo 5 del reglamento de la OTAN, la vía libre obtenida por la comunidad internacional occidental a los bombardeos y a la "guerra permanente", por lo tanto difundida y por un largo período). Esto ha marcado un aumento significativo de los títulos de las sociedades vinculadas directa o indirectamente a la industria bélica y a la economía de guerra.
Se llega así, al margen de las diferencias entre los polos geoeconómicos, a un nuevo modo de relanzar los mecanismos de acumulación, hoy basados ciertamente en actividades financieras y en inversione inmateriales, pero también en la búsqueda de nuevas vías para las inversiones productivas que sean funcionales al paradigma de la acumulación flexible y de la producción ágil. Todo esto, en un contexto de Warfare que destruye los espacios residuales del Welfare, con la guerra post-global permanente como único escenario hoy posible para relanzar los procesos de acumulación.
Las tendencias que se ven desde hace años deben interpretarse como un indicio de la maduración de un gran sistema de acumulación mundial nuevo, de carácter flexible, cuyo funcionamiento está sometido a las exigencias y a las prioridades del capital financiero privado, altamente concentrado. Este régimen de acumulación, que está siempre a la búsqueda de la "estabilidad" político-económica y de nuevas áreas de intervención, tiene, de todas maneras, necesidad de regenerar inversiones productivas que sean funcionales y tengan su salida y su fuerza en el imperialismo, con connotaciones fuertemente militares en la economía de guerra estructural. Una economía de guerra lanzada por los EEUU intentará, por tanto, sostener la demanda a través de gastos militares, haciendo crecer la producción de las empresas bélicas y de todo el soporte productivo vinculado a la Defensa, la Inteligencia y la Seguridad, y relanzando los procesos de acumulación en un contexto de guerra permanente.
Esto significa una política de conflictos entre polos geoeconómicos, que cada vez se realizará más con actos continuos de guerra económica, que asumen y asumirán, cada vez más, la forma de guerras militares de afirmación de las jerarquías. La solución de la economía de guerra será la que aceptará y llevará adelante también la UE, porque la situación estadounidense ha tenido y tendrá repercusiones recesivas en Europa. Esto significa, al menos coyunturalmente, colocar en segundo plano a los europeos, a fin de retrasar su crecimiento y afirmación como Unión Europea y, por lo tanto, buscar por todos los medios reducir sus objetivos hegemónicos y expansionistas. Con ello se intentará relanzar las estrategias de globalización de un único gran imperio guiado por los EEUU.

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