La nueva globalización
polarizada, o mejor, la moderna competición global, pone en juego no solo el
papel de la empresa fordista y el proceso productivo relacionado con ella, sino
también las disposiciones internacionales financiero-bancarias, verdadero
elemento de innovación en el proceso económico mundial.
Lo que está sucediendo es el predominio no solo
de un nuevo sistema productivo no localizado, sino también de un nuevo sistema
financiero, de una nueva acumulación de capital --la llamada "acumulación
flexible" de la era post-fordista--, basada en los procesos de predominio
financiero en la economía y en el uso masivo del capital intangible, de los
recursos inmateriales como la conciencia, la información, la comunicación,
etc.
Por este motivo, la Europa de Maastricht fue
pensada como una alternativa a la globalización salvaje practicada por EEUU, a
fin de contraponerle otro polo geoeconómico internacional, de modo de presentar
una impostación económica y social de un capitalismo más moderado. De hecho,
es cada vez más evidente que los Tratados de Maastricht y de Amsterdam tienen
un carácter geopolítico, sobre todo con respecto al papel de Alemania en el
contexto de la Unión Europea.
El Tratado de Maastricht presentaba muchas
ambigüedades. La estructura de Maastricht tenía que basarse sobre tres
elementos: la moneda única, la política exterior y de seguridad común, y la
lucha contra la criminalidad. La moneda única y la integración política
tenían que sostenerse recíprocamente. En cambio, ¿qué sucede? El vínculo de
los criterios de convergencia impuesto en Maastricht tiene otro significado
político y geoeconómico: separa a los países estables y fiables del área de
los países mediterráneos, creando problemas a las mismas multinacionales
europeas.
Procesos de predominio financiero y nueva
globalización polarizada
La redistribución territorial del dominio no
está determinada por una simple descentralización del capital, o producida
exclusivamente por la valorización de los recursos locales. Es debida sobre
todo a los intensos procesos de reestructuración del capitalismo que, en la
búsqueda de la competitividad en el plano internacional, persigue la eficiencia
a partir, fundamentalmente, de la imposición de una fuerte movilidad espacial y
sectorial de la fuerza de trabajo, de la diversificación de los proyectos de
flexibilidad laboral y salarial y de la libre circulación de los capitales, con
características especulativas fuertes.
En primer lugar hay que evidenciar la
importancia de las inversiones, o más exactamente la importancia de los
procesos de decisión de las inversiones, que constituyen un objetivo
fundamental y estratégico de acumulación para el sistema-empresa y, por tanto,
también para los sistemas-países de economía de mercado. El conjunto de tales
decisiones respecto de inversiones lleva a la planificación estratégica de los
procesos de expansión y acumulación de capitales.
Hace no muchos años, los modelos decisorios de
las empresas se fundaban sobre procesos de acumulación de capital en
inversiones materiales razón por la cual obtenían ventajas competitivas
frente a las pequeñas empresas. En cambio, hoy, uno de los objetivos
estratégicos que destaca el management de la empresa tras-fordista es
conocer y acrecentar el valor empresarial, utilizando procesos de acumulación
flexible fundados sobre recursos inmateriales y capitales, que permitan
construir vías para una administración eficaz a partir de los mayores
condicionamientos que nacen de una competencia desenfrenada.
La misma turbulencia de los mercados, sumada a
la desintegración de los viejos modelos de inversión y acumulación, lleva a
las multinacionales tras-fordistas hacia un nuevo examen de las decisiones de
connotación estratégica, llegando a influir cada vez más en los modelos
referidos a la creación y distribución del valor de las empresas que utilizan
formas de acumulación de capital financiero e intangible.
Los eventos de estos últimos años han marcado
muy profundamente la economía y el desarrollo de todos los países europeos. La
firma del Tratado de Maastricht y el nacimiento del euro condicionaron la
política de todos los países miembros de la UE. La idea sigue siendo crear un
polo nuevo, para oponerlo al de los Estados Unidos, y permitir así que Europa
pueda influir de modo más decisivo en los organismos internacionales (el G-7,
el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial, etc.) que, al día de hoy,
tienen en sus manos la suerte del planeta.
De esta forma se intenta crear una
confederación cuyas finalidades de control superen los límites de la Europa
Occidental, para imponer su dominio sobre los países del Este (antiguos
satélites de Moscú), soslayando así, en una lógica de polo imperial, los
aspectos ambiguos y las incongruencias derivadas de los males sociales de Europa
occidental. Así se logran ventajas para todos los nuevos sujetos financieros
europeos, inversores institucionales; pero contra los trabajadores, contra los
ciudadanos, contra un crecimiento social de calidad. Sin embargo, las premisas e
instrumentos que la UE se dio en su constitución preveían formas de
protección social general.
A pesar de esas premisas e instrumentos,
previstos para la ayuda al empleo y la protección social, hasta ahora la
liberalización de los intercambios, junto a la desregulación y el
desmantelamiento de la legislación protectora de los sueldos, han permitido que
en la UE grupos de multinacionales hayan podido, más bien, explotar
simultáneamente las ventajas de la libre circulación de mercancías y de las
fuertes disparidades entre los países, regiones y lugares situados dentro del
propio mercado único europeo.
El gran mercado continental garantiza en la
actualidad, a los grupos económico-financieros de las multinacionales, total
libertad de elección de los distintos elementos que constituyen una producción
integrada a nivel internacional. De tal modo, se responde también a las
exigencias de las estrategias de diferenciación de la oferta y de la fidelidad
de la clientela, exigencias propias de la competencia oligopolista (en una
situación en la que se ha determinado voluntariamente una fuerte precariedad y
flexibilidad del mercado laboral).
El peso económico y comercial de Europa,
gracias a este proceso de internacionalización económica, comercial y
financiera, tendrá que enfrentarse con el de los Estados Unidos y el del polo
asiático. Esto conducirá a un gran cambio, de carácter
"multipolar", en las relaciones del mercado mundial con diferentes
configuraciones geopolíticas y geoeconómicas para los nuevos bloques
económicos subglobales.
Estos tres polos económicos se constituyeron en
la práctica, pero la confrontación entre ellos es aún difícil. El coloso
norteamericano obtiene de su propia fuerza interna y de la hegemonía política,
una posición de primacía que le permite amortiguar con gran facilidad los
efectos desestabilizadores que sus mismas políticas van produciendo dentro y
fuera del país, gracias al papel que juegan los mercados financieros. El polo
asiático ha perdido el papel de guía de Japón y sufre una fuerte, reciente,
debilidad debida a la crisis asiática, pero puede contar con una trama de
intereses que incluye el eje ruso-chino-indio, con extensiones estratégicas
también al Japón. Esto puede llevar a una política exterior y a una política
económica centralizadas. En cambio, para Europa es necesario poner en marcha un
proceso que la lleve a adquirir, a través de profundas transformaciones, las
características de una verdadera y propia "economía continental",
con un proyecto político unívoco.
COMPETENCIA GLOBAL E INVERSION DIRECTA
EXTRANJERA (IDE)
La situación económica y las disposiciones
monetarias en las que se encuentra Europa desde la constitución de la UE han
determinado que el proyecto de una reconversión de tipo "keynesiano"
haya fallado. Esto supone una gran gama de proyectos e infraestructuras capaces
de compensar las políticas restrictivas, de re-equilibrio y de convergencia,
puestas en funcionamiento en cada país y dirigidas a la permanencia en la
Unión Monetaria Europea. En efecto, se ha aplicado un tipo de política
económica monetarista restrictiva que ha conducido a la desastrosa situación
de carácter ocupacional y social que hoy se vive en Europa, tanto en la fase
anterior de crecimiento económico como en la actual de crisis y recesión, y
que sin embargo no está acompañada por un desarrollo social global.
El aspecto que más se evidencia es la
precariedad del trabajo como elemento constitutivo de la nueva división del
trabajo. Son un ejemplo el contrato de préstamo de la fuerza de trabajo, la
competencia mundial entre los trabajadores, y la devaluación y desvalorización
del trabajo dependiente asalariado. Asimismo, piénsese en la pérdida del
salario real cuando aumenta la inflación, cosa que antes no existía debido a
la escala móvil. A este proceso se une un ataque al salario directo, indirecto,
diferido y social; se pone en discusión el servicio sanitario nacional, con
violentos procesos de privatización, la Seguridad Social, la salud, la escuela,
las jubilaciones en general; en definitiva, el conjunto del Estado social que
había sido una conquista de las luchas del movimiento obrero hasta los años 70
(Vasapollo y Martufi, 2000).
Todo esto ocurre en una fase en la que Europa
experimenta un incremento de la productividad, entre los más altos de los
últimos años. Sin embargo, el desempleo y la precariedad del trabajo y de la
vida no se han visto alterados sustancialmente; es más, han empeorado, y en el
sur de Italia o de España, así como en otras muchas áreas de Europa, llega a
niveles altísimos.
Además, a la debilidad política se suma una
impresionante debilidad social, impuesta por los vínculos monetaristas de la
Europa de Maastricht y de Amsterdam. En Europa el modo como se está
construyendo en este momento contribuye a debilitar la acción político-social
y el gasto social.
En primer lugar, por medio del compromiso de la
ecuación de poder, en acción desde hace más de 20 años, los países se ponen
de acuerdo para establecer una moneda única, pero rechazan una acción pública
eficaz que sirva a las opciones y a las necesidades reales de la sociedad. Se
elige la vía de la privatización, que es una vía mucho más fácil que la
regularización y las reformas necesarias para edificar un sistema público
eficiente, capaz de mejorar también las formas de democracia representativa.
Una consideración muy clara que emerge de la
observación de los procesos de privatización concierne el hecho que, donde las
empresas públicas han sido privatizadas, no solo se han dado fenómenos de
flexibilidad, de precariedad y de expulsión de mano de obra, sino que se
sostiene también que ya tiene sentido hablar de la defensa de sectores
estratégicos de una nación en un mercado global. Esta lógica, en efecto, ha
provocado la destrucción de capital humano fuertemente especializado, dado que
donde se genera desempleo, se afecta a aquellos obreros y empleados que, gracias
a su experiencia de años, han obtenido un mayor nivel en cuanto a
investigación y especialización.
Otro aspecto evidenciado en el análisis del
actual proceso de privatización, tiene que ver con la introducción de
capitales extranjeros. Esta introducción se agrega al hecho que, mediante la
compra de pequeñas porciones accionarias, se puede llegar a poseer todo el
capital de empresas que han construido la historia económica, lo que
provocaría la desaparición de un desarrollo empresarial nacional más sano.
Al capital-inversión hay que pensarlo como una
unidad diferenciada y jerarquizada, que incluye tanto el capital productivo
(también entra aquí la IDE), el capital comercial y el capital-dinero (o
inversión financiera). Una empresa adopta las características de multinacional
construyendo o adquiriendo sucursales de producción en distintos países. Esta
forma de inversión es el resultado haber tenido que enfrentar distintos
requerimientos, como son:
* imposibilidad de producir cantidades
suficientes en el país de origen, en particular lo que atañe al sector
primario, causado por la escasez de recursos naturales;
* imposibilidad de vender cantidades suficientes
en los países de destino, tanto la existencia de iguales productos como por las
barreras de protección;
* posibilidad de sacar beneficios de las
ventajas comparativas macroeconómicas en los países en que se instalan, en
particular en los países subdesarrollados, que generalmente tienen un nivel
salarial bajo (Lafay, 1996).
Los factores mencionados no pueden eludirse
cuando se analiza en la actualidad un bloque económico y sus articulaciones
globales. Otro aspecto que merece particular atención es el que se explica a
continuación.
MODELO EMPRESARIAL DE RED, PROCESOS DE
INVESTIGACION E IDE
En el contexto actual de competencia global
-pero al mismo tiempo, de creciente integración de las estructuras
industriales- se está produciendo la internacionalización de las unidades que
se ocupan de la investigación y el desarrollo. Desde siempre, por su contenido
sumamente estratégico, estas actividades se concentraron cerca de las casas
matrices de las empresas multinacionales de los tres polos (Estados Unidos, UE,
Japón), encarando la introducción y el desarrollo de sistemas de producción
más flexibles y tecnológicamente adelantados. En los últimos años, junto a
los procesos de internacionalización productiva, se están afirmando mayormente
procesos de deslocalización de las actividades de investigación y desarrollo
(I&D) por parte de las grandes multinacionales, junto a la construcción en
el exterior de unidades y laboratorios organizados para mejorar la eficacia
global de la producción, para excluir la duplicación de actividades que ya se
realizan en otros países.
Las principales razones que empujan hacia esta
descentralización de las unidades de investigación y desarrollo, se encuentran
en la necesidad de alcanzar los mercados exteriores con una competitividad cada
vez mayor, acercándose a los clientes clave. Se llega así a contactarlos con
las nuevas tecnologías, siempre en evolución, existentes en los centros que
alcanzan un nivel sobresaliente en enseñanzas científicas específicas. A
menudo se produce, pues, una creciente dispersión geográfica de las
actividades de desarrollo tecnológico, razón por la cual las multinacionales
mantienen procesos de coordinación e integración entre ellas. A partir de este
adelanto de la gestión involucrado en lo anterior, se llega a considerar un
modelo de empresa multinacional "integrada en forma de red".
Dos son los factores determinantes de este
proceso de desarrollo: la deslocalización de las actividades cercanas a las
fuentes y áreas de recursos inmateriales (por ejemplo, patentes de inventos, know-how,
y en particular el proceso de generar conocimientos), y la aptitud para integrar
estos procesos optimizando los resultados. La ventaja principal es, pues,
usufructuar mejor el progreso tecnológico, rebajando los costos de
administración, sobre todo gracias al derribo de barreras para alcanzar un
nivel sobresaliente en el capital intangible.
En el momento presente, el efecto conjunto de
los mercados solventes a nivel internacional, de la tecnología contemporánea y
la internacionalización de las unidades de investigación y desarrollo, así
como del nuevo régimen judicial de los intercambios internacionales y de los
movimientos de capitales, determina la renta del capital y con ello la elección
de la localización de las inversiones. En la práctica, las inversiones en el
extranjero, se llevan a cabo a través de la creación de nuevos
establecimientos productivos o adquiriendo cuotas de participación en
sociedades ya existentes.
Con esta manera de inversión se asume el poder
decisorio de una empresa extranjera. De tal modo se pueden utilizar los recursos
disponibles para inversión financiera, para ganancias más faciles y
rápidamente disponibles como dinero potencial, pero a la vez capaces de generar
procesos desestabilizadores de la economía. Este mecanismo se afirma a fines de
los ochenta, cuando se pudo entrever un sistema más amplio e interdependiente
que el del capitalismo de los sesenta y setenta. El modelo consigue su objetivo
mediante la organización de la producción interior en los países con
capitalismo avanzado y a través de las más eficaces estrategias tecnológicas
de producción y capitalización, gracias, sobre todo, a la naturaleza y las
formas de los acuerdos logrados con otras zonas de medio o bajo nivel de
progreso. La relación entre capital trasnacional y áreas de influencias
diferentes, se determina por la nueva división internacional del trabajo y
además por la estrategia de cada una de las economías nacionales con respecto
a la expansión y redefinición de los polos geoeconómicos.
Cabe recordar que los fenómenos de
interconexión entre específicas economías nacionales, que operan a través de
la exportación de capitales, son una realidad hace ya un siglo. Lo que es nuevo
es el papel de las inversiones financieras, en particular las de naturaleza
comercial, así como el extremado acrecentamiento de la IDE, favorecidos ambos
por una fuerte liberalización y circulación en el mercado mundial y por la
fuerte relación con el capital internacional, todo bajo un solo proyecto de
planteamiento estratégico centralizado. Este realiza una especie de proceso
aparente de determinación monopolística del capital que, si de alguna manera
puede ser útil a las grandes instituciones del capitalismo financiero, también
empuja hacia una fuerte competitividad entre los grandes dominios oligopolistas,
sobre todo del capital industrial.
En la circulación de capitales, la IDE vuelve a
tener un peso notable, porque se trata de inversiones de carácter productivo
que expresan los procesos dinámicos de acumulación efectiva de los grandes
polos geoeconómicos internacionales. La dinámica geográfica de los flujos de
IDE representó en los ‘90 el instrumento principal del dogma de la
"estabilidad político-económica global", al poner en el centro de la
iniciativa capitalista, por lo menos en parte, que la inversión productiva no
puede estar totalmente sujeta a las dinámicas financieras.
En Europa, en particular, la actividad de
inversión directa ha experimentado una fortísima subida desde la mitad de los
ochenta, junto al empuje del proceso de integración económica que ha supuesto
el mercado único, con fuertes intentos de competir con los Estados Unidos.
Alemania, Gran Bretaña y los Países Bajos estaban entre los países más
activos en el terreno de las inversiones en el exterior.
En 1997 la IDE que sale de Europa supera los 420
millones de dólares, llegando a 11% del PIB. Entre las categorías más
dinámicas, observamos el sector manufacturero, que invierte en el exterior
32,8% del total europeo, y recibe del exterior 28,5%. En cambio, el sector de la
agricultura resulta casi "ausente", marcando un porcentaje cercano a
cero, tanto en entradas como en salidas. En cuanto a los servicios, están
adquiriendo mucha importancia en el ámbito de la internacionalización
productiva. En efecto, en 1996 el peso de las inversiones directas de este
sector alcanza a 47% (salidas al exterior) y 48,9% (entradas del exterior).
Entre ellos, tienen mucha importancia las actividades del subsector financiero.
CONCLUSIONES GENERALES
A partir de las consideraciones anteriores,
resulta que la competición global y los procesos de integración en el contexto
de la mundialización, exigen ser estudiados con instrumentos analíticos que
nos permitan hacer un examen en muchos niveles interconectados, pero
analíticamente diferentes. El primer nivel atañe al orden de los capitales, es
decir de las inversiones, porque van a ser determinados y determinan la
acumulación como proceso-entidad dirigido a la auto-valorización del capital.
Respecto de la integración europea, la tesis
monetarista ha impuesto, desde el tratado de Maastricht, la única vía de la
privatización, de las políticas monetaristas y de las reformas estructurales
del Welfare State. Esto mina la legitimidad y la autoridad política y
económica de cada país, porque, si la sede de las decisiones aparece a menudo
en un lugar incontrolable y no elegido democráticamente, no se entiende cuál
puede ser la función del gobierno y del Parlamento Europeo en el proceso de
unidad europea. Detrás del proceso de privatización mencionado se vislumbra
solamente una razón de orden político: la redefinición de los modelos
capitalistas. Y esto lleva consigo, en un momento de gran debilidad por parte de
las organizaciones de los trabajadores, un ataque frontal a sus conquistas.
En Europa y en el resto del mundo existe un
conflicto muy fuerte entre las áreas de influencia capitalista. Conflicto que
no es armado, pero que quizás sea más fuerte que un conflicto bélico, porque
es una guerra económico-financiera que se ha desencadenado entre el área de
influencia del yen, o más bien asiática, la ex-área de influencia del marco
alemán --hoy euro-- y la del dólar. En el interior de este conflicto se van
redefiniendo tanto los roles y modelos del capitalismo como los roles y modelos
de las empresas.
Se ve en particular que en Europa se ha
realizado solamente una aparente unidad de carácter financiero, pero que no
existe en absoluto una unidad política, ni mucho menos una de tipo económico
estructural. El euro se inscribe, en realidad, en una lógica primero financiera
y aquello que debería ser la univocidad del modelo capitalista europeo; en
realidad se enfrentan en su interior modelos de capitalismo por completo
diferentes.
Con respecto a Estados Unidos, lo sucedido en
las semanas inmediatamente posteriores al atentado del 11 de setiembre,
permitió ver cómo vuelve a asumir un rol prioritario el plano
político-militar, tanto en es país como en el interior de la OTAN (véase la
apelación al artículo 5 del reglamento de la OTAN, la vía libre obtenida por
la comunidad internacional occidental a los bombardeos y a la "guerra
permanente", por lo tanto difundida y por un largo período). Esto ha
marcado un aumento significativo de los títulos de las sociedades vinculadas
directa o indirectamente a la industria bélica y a la economía de guerra.
Se llega así, al margen de las diferencias
entre los polos geoeconómicos, a un nuevo modo de relanzar los mecanismos de
acumulación, hoy basados ciertamente en actividades financieras y en inversione
inmateriales, pero también en la búsqueda de nuevas vías para las inversiones
productivas que sean funcionales al paradigma de la acumulación flexible y de
la producción ágil. Todo esto, en un contexto de Warfare que
destruye los espacios residuales del Welfare, con la guerra
post-global permanente como único escenario hoy posible para relanzar los
procesos de acumulación.
Las tendencias que se ven desde hace años deben
interpretarse como un indicio de la maduración de un gran sistema de
acumulación mundial nuevo, de carácter flexible, cuyo funcionamiento está
sometido a las exigencias y a las prioridades del capital financiero privado,
altamente concentrado. Este régimen de acumulación, que está siempre a la
búsqueda de la "estabilidad" político-económica y de nuevas áreas
de intervención, tiene, de todas maneras, necesidad de regenerar inversiones
productivas que sean funcionales y tengan su salida y su fuerza en el
imperialismo, con connotaciones fuertemente militares en la economía de guerra
estructural. Una economía de guerra lanzada por los EEUU intentará, por tanto,
sostener la demanda a través de gastos militares, haciendo crecer la
producción de las empresas bélicas y de todo el soporte productivo vinculado a
la Defensa, la Inteligencia y la Seguridad, y relanzando los procesos de
acumulación en un contexto de guerra permanente.
Esto significa una política de conflictos entre
polos geoeconómicos, que cada vez se realizará más con actos continuos de
guerra económica, que asumen y asumirán, cada vez más, la forma de guerras
militares de afirmación de las jerarquías. La solución de la economía de
guerra será la que aceptará y llevará adelante también la UE, porque la
situación estadounidense ha tenido y tendrá repercusiones recesivas en Europa.
Esto significa, al menos coyunturalmente, colocar en segundo plano a los
europeos, a fin de retrasar su crecimiento y afirmación como Unión Europea y,
por lo tanto, buscar por todos los medios reducir sus objetivos hegemónicos y
expansionistas. Con ello se intentará relanzar las estrategias de
globalización de un único gran imperio guiado por los EEUU.
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